lunes, 17 de diciembre de 2007

Sacapuntas

A veces te pensaba como una de esas niñas que jugaban a formar figuras con la basura del sacapuntas. No podía evitar sentir lástima y alegría por la madera de los lápices. Creía que para el grafito, su amarilla armadura, era sólo una cubierta que se tiene que ir para que pueda usarse. Cuando te lo comenté, ocurrió lo mismo de siempre: una palmadita y un abrazo (creo que algún día me voy a cansar de que me trates como a un cachorrito) y te solidarizaste con el grafito. Según tú, era un pacto firmado desde la misma creación del lápiz: la madera lo cubriría y el grafito sacrificaría una parte de su ser cada vez que se desprendiera de un poco de madera.
Salimos a cenar con Natalia y le contaste. Esa mujer todo lo convierte en lucha de géneros y con su agudeza de armadillo, pensó que yo era un macho encubierto, y que me sentía tu inútil protector esclavizado. Le dijiste que a veces los hombres dicen sólo lo que dicen y nada más, pero la duda se te sembró. Esa noche, esa mujer tan sola y amargada colocó los primeros polvos de pólvora de lo que vino después...



sábado, 1 de diciembre de 2007

Síndrome de Otto

Es bueno que las vidas tengas círculos, lo malo es que la mía tiene curvas no cerradas y no simples. Mi presente y futuro se intersectan con mi pasado en los puntos en los que siempre tengo que llegar tarde. Nací un día después de lo que lo debí hacer y jamás he logrado recuperar ese día perdido: En los ascensores, llego cuando se acaba de cerrar la puerta; encuentro a las personas que quisiera encontrar dos meses después de olvidar por qué las buscaba; amo cuando me han dejado de amar y descubro, de cuando en vez, que me he comido algo días después de caducar.

El resultado es una personalidad pusilánime bautizada por el famoso psicólogo Tertelich como individuo cochinilla: desconfiado y hecho bolita al menor contacto. Al saber que, aún siendo puntual, llegaré tarde a todos los sucesos de mi vida, mi ser de crustáceo isópodo terrestre ha buscado todo tipo de explicaciones y ha aceptado todas: el buddhismo dice que me apego a las cosas del cuerpo y del mundo de los hombres y por eso no disfruto el momento en el que llego a mi propia vida; el cristianismo, que todo se debe a mi falta de fe, esperanza y caridad; el new age, que quizá fui un caballo sin una muela en otra vida y llegar tarde es sólo un recuerdo de esa vida y la cienciología ha hecho mutis al respecto.

Sea cual sea la verdadera razón, lo cierto es que debo ver desde una nueva perspectiva: siempre llego a tiempo para estar tarde.

Christian Pichardo

lunes, 22 de octubre de 2007

El fin del mundo

Se nos acaba un mundo al dejar de ver a alguien a quien se ama. Algunos optimistas podrán creer, como los aztecas, que el mundo se acaba y después de una breve etapa de oscuridad comienza de nuevo. Otros comprendemos que no es así, el mundo se muere y nunca volverá a ser el mismo. Nuestros planes demuestran su naturaleza de ilusiones y poco a poco se borran. Es una tragedia. Nuestros hijos, nietos y bisnietos se mueren y su lugar es ocupado por extraños fantasmas de forma desconocida que después tendrán rostro y nombre, pero, por el momento, son usurpadores. Nuestra casa se derrumba sin dejarnos salir de ella. Por eso se siente ese peso. Algunos consiguen un pico para ver qué recuperan de los escombros, alguna fotografía que les ayude a recordar lo felices que fueron.

Para no destruirse al mismo tiempo que el mundo, algunos recomiendan comprar tiempos compartidos en la luna o en Rhea o en algún planeta recién descubierto y entonces lanzar un dardo preciso al mundo para acelerar el final sin llenarse de polvo ni ensuciarse los zapatos. Puede que sea una salida correcta, pero me parece cobarde y peligrosa. Poner un pie en un nuevo mundo a veces es encender el botón de su destrucción.

Yo soy de la opinión de que si ese mundo fue construido en parte por uno, debe ser evacuado para no tener damnificados. Sin embargo, nunca he respondido por los que decidan quedarse en el barco. A veces, incluso, los expulso del mundo antes de que se convierta en un puntito insignificante y por eso me llaman fascista y cosas peores. Pero al poner sus piecitos en tierra firme, deciden que quizá no estuvo tan mal. Nunca lo sé, no recibo postales de gratitud muy seguido.

Cuando los mundos se derrumban, los astrónomos pueden salir a sacar medidas de todo lo queda. Meten grano a grano al universito destruido en un dedal especial y entonces lo pesan. Lo médicos multiplican por tres la medida obtenida y la recetan en unidades de llanto. Se toman antes de dormir y después de cada comida. Si se abusa del remedio, puede haber complicaciones como escuchar la misma canción por días enteros o consumir helado en cantidades industriales.

Si se presentan complicaciones lo peor es ir a una agencia de viajes. Viajar a otro mundo es muy peligroso: la melancolía por el hogar prohibido puede ser fatal y causar fallas cardiacas. Algo que tampoco se recomienda es contratar decoradores de interiores para reproducir nuestra casa derrumbada. Las habitaciones solitarias pueden albergar plagas e incluso fantasmas.

¿Qué hacer entonces? Nadie lo sabe, pero lo que más ha ayudado es hacer cantos patrios hasta olvidar que en nuestro mundo destruido había incompletitud y relatividad y hambre y guerra y peste y muerte. Pensar que florecían los girasoles y los hipopótamos soñaban con saltar es lo único sano que nos queda por hacer...

Christian Pichardo

miércoles, 12 de septiembre de 2007

Afluente

Avanzábamos, pero no lo hacíamos en el modo en el que hubiéramos adivinado antes de iniciar la travesía. Nuestro modo de avanzar era no retroceder mientras los otros daban vuelta. A menos de cincuenta metros de nosotros estaba el traicionero río con sus habitantes temporales. El objetivo parecía claro cuando todo era parte de un mapa y hablábamos como en ensoñaciones sobre el viaje. El río carecía de valor, nos interesaba lo que había detrás de él. Sin embargo, ahí estaba, majestuoso, invitándonos con su calmado sonido a entrar en él para quizá no poder salir después. El resto de nuestros compañeros decidió dar la vuelta y yo estaba de su parte, mas, Carlos me hizo dudar y continuamos de frente, a la sombra de las bestias de carga. De pronto, decidimos avanzar un poco más. Salir del anónimato que las sombras nos regalaban y presentarnos ante el río y su poder. Entonces ocurrió lo impensado: ante nuestros ojos se comenzó a desecar un tímido vado que había estado oculto por la crecida de las aguas. Arreamos a las bestias y pasamos velozmente, adelantando a la expedición y a nuestra competencia...

Suena como relato de aventuras victoriano, ¿no? La verdad es que eso ocurrió el día de ayer después de la escuela. Carlos y yo le dimos un aventón a Odette y después tomamos San Antonio para subir al segundo piso. Apenas cruzamos el semáforo nos dimos cuenta de que no había retorno. El deprimido que cruza periférico estaba tan inundado que apenas si sobresalía una parte de una pipa de gas que se quiso hacer la valiente y sólo logró quedarse ahí varada. Apagué el coche y empezamos a platicar de cualquier cosa para matar el tiempo. El taxista de junto aprovechó para cambiar una llanta que se le había picado. Un camión de boing estaba enfrente de mí y no me permitía ver lo que se estaba gestando en las retorcidas mentes de unos taxistas.

Decidieron que la mejor estategia para salir era llegar al encharcamiento y dar la vuelta en "U" formando una fila india. Dado que todos lo hacían y que los qu eno lo hiciéramos estaríamos estorbando este intento de salida, acepté la propuesta y avancé poco a poco. Carlos me dijo que no le parecía buena idea y me dejó pensando un poco. Me bajé del auto y fui a ver que iba a hacer el conductor detrás de mí. Era una mujer que me adviritó que del otro lado también estaba cerrado y que la única forma de escapar era esperar.

Saqué la compu para jugar un poco con Carlos. Estábamos escogiendo equipos en el FIFA 07 cuando se acabó la batería y no nos quedó más que empezar a enloquecer. Estoy seguro que por su mente pasaron ideas dictatoriales y caníbales que lo convertirían en el tirano del embotellamiento. Sin embargo, no les hizo caso y mejor nos asomamos a ver que noticias nuevas de daban. Entre la inundación y nosotros sólo quedaba el camión de boing y fue en ese entonces cuando, después de hora y media lograron desazolvar la salida a la lateral de periférico que nos ayudó a encontrar una ruta alterna para llegar a nuestras casas.

La moraleja de toda esta historia es: "No dar aventones".

lunes, 11 de junio de 2007

El arte del leñazo

Según el diccionario Palou de mexicanismos futboleros, leñar es hacer una falta, generalmente innecesaria, para reducir la efectividad de un rival. Los leñadores se encuentran generalmente adelante de los defensas centrales y en ocasiones son llamados rompepiernas, carniceros, hacheros, cepilladores o talladores. La frase de batalla de un leñador es sencilla: "O pasa el balón o pasa el jugador, pero juntos, jamás". Esta peculiar manera de entender el futbol ha sido critícada en muchas ocasiones, sin embargo, el crítico y estratega futbolístico Jan Musergrave siempre ha defendido el leñazo como acción elemental de juego y ha alabado a los "artistas del leñazo", guerreros que saben administrar sus tarjetas amarillas e intimidar al rival sin necesidad de lastimarlo.
¿Cómo se logra una falta perfecta? A decir verdad, requiere de mucha paciencia y de tener una formación ofensiva. Mientras más piense el leñador como delantero, mejor podrá anticiparse a su jugada. Explicaré algunos ejemplos clásicos.
El saque de meta.
Cuando el balón está en el aire, hay un pequeño momento en el que el cuerpo arbitral voltea a ver el balón para saber a quién debe cuidar. Ese es el momento en el que el leñador debe aprovechar para ponerse atrás del receptor. Recuerde, no debe anticipar la recepción, sino impedir que pueda hacer algo con el balón, y si es posible, golpearlo "con la inercia de la jugada" para que el delantero recapacite y decida pedir su cambio. Abra los brazos para que no le marquen ningún empujón y empuje con el pecho intermitentemente. Es importante pisarle el calzado al rival que seguramente estará de espaldas. Entre tantas piernas no hay árbitro que pueda saber si es falta o es un movimiento legal. Justo cuando el balón esté muy cerca, retírese, acá ocurrirán dos cosas: o se destantea el rival y pierde de vista el balón o usted podrá ponerse a su lado, desplazarlo con el hombro _mientras_ le pisa un pie. Esto hará que tenga uno o dos segundos de ventaja para cabecear el balón.
El desborde.
Algunos jugadores "técnicos" sugieren ir arrinconando poco a poco al atacante con un buen uso de los perfiles. En realidad es intracendente. El carrilero es el peor enemigo de un buen rompepiernas, pues su habilidad y velocidad superan a muchos de los leñadores conocidos. Pero no hay razón para preocuparse. Si quieren desbordarlo sígalos de cerca y justo cuando esos presumidos traten de meter un cambio de juego dé media vuelta y crucese entre el balón y el rival. Es importante recalcar que sólo los genios pueden acelerar con el balón pegado al pie y ante ellos sólo queda gastarse una amarilla. El resto de los jugadores tiene que adelantar el balón para correr, como carrilero, esa debe ser la señal para atacarlo.
La cobertura.
Los leñadores existen por una sola razón: la incapacidad de los laterales y los medios para cortar el avance de los rivales. Cuando un rival logre evadir a uno de sus compañeros es muy probable suy confianza aumente y quiera hacerlo de nuevo. Aproveche su avaricia para darle una buena "educada". Corra en diagonal, recuerde que las faltas por detrás son de tarjeta, pero no las que se hacen en diagonal. cuando esté cerca de él, tome vuelo y bárrase. Procure hacerlo de tal manera que toque al jugador con su espiillera y no con los pies. Lo más importante no es tocar el balón, sino que parezca que lo toca, por eso, no se barra con los pies extendidos, sino que haga una suerte de cucharita con ellos para realizar la falta _y_ quedarse el balón. Esta jugada requiere mucha práctica, pero, una vez dominada, es de las favoritas en el repertorio de un hachero.
Recuerde que estas son sólo sugerencias para algunas jugadas. No permita que su imaginación hacheril se vea truncada por ellas: mientras menos sepan cómo les faulearemos, más se intimidarán.

Christian Pichardo
11 de junio de 2007

martes, 29 de mayo de 2007

Descubrimiento Absurdo

Mi abuelo se apellidó Pichardo Flores.
Mi papá se apellida Pichardo Rosales.
Yo me apellido Pichardo Piña.
Por probabilidad, me casaré con una mujer con apellido vegetal.

Christian Pichardo

viernes, 11 de mayo de 2007

La gota azul

Cuando las luces de nuestros soles se apagan, prendo un poquito las luces del laboratorio de vida artificial. Los mayores no nos permiten entrar mas que en esos pequeños instantes. El tiempo se detiene para los que viven en nuestras miniaturas. Su mundo se anima con la energía de nuestros soles y sólo durante las noches podemos actuar sin afectar completamente el experimento.

Sayra'an tiene un cultivo nuevo. Tiene apenas cuatro noches y se ha divertido mucho con él. En cada noche, mientras se interrumpe la actividad, coloca las más recientes creaturas de Arzima'an en una esferita azul del cultivo. Comenzó con las micromáquinas catalizadoras y los degradadores de biomateria, que parecen transportes autónomos. Cuando descubrió que la esfera estaba completamente fría y las bestiecitas se unían en colonias le agregó la muerte al sistema para que no colapsara por saturación. Sin embargo, cada noche, sigue agregando creaturas para diversificar el experimento.

Durante la noche pasada agregó pequeños arteguizos obtenid.os de la recombinación de fósiles para entender un poco el pasado de nuestro planeta. Todos en el Kar-aljamar estamos muy preocupados. Los arteguizos han sido hostiles todo el día. Creemos que nuestros antepasados se destruyeron unos a otros y eso no nos brinda ninguna respuesta. Si ellos desaparacieron, de dónde venimos y qué pasará mañana cuando Sayra'an modifique su mundo.

Christian Pichardo