jueves, 20 de enero de 2005

Cumpleaños

Pareciera que esta noche se desgarrara poquito a poquito, que se aferrara con sus últimas garritas (porque es bien sabido que las noches tienen dos pares de garritas en cada costado) como aquella última hoja de almanaque que en realidad es, y ¡chun! de pronto se desprende y es otro escalón en mi vida, otra vuelta del sol sobre acuario, una con un significado especial. Sin embargo, esto me hace pensar en la espera de la próxima noche, escalando la pared para colocarse detrás de ésta y tomarla con un par de garritas para aligerar su caída mientras su otro par debate entre asirse al almanaque y despedir al atardecer. Finalmente su difícil tarea, para la que se ha entrenado toda la vida termina y logra colocarse en el almanaque, y sólo le queda disfrutarse a sí misma. Abre un ojito, a veces sólo hace un guiño y lo hace viajar por el firmamento, observando las calles con sus casas y sus ventanas, metiéndose entre las persianas y cortinas, y finalmente tocando un rostro, un lienzo, un poema. Se da cuenta de que después de tocarlos ya no son los mismos y aprovechando su habilidad recién encontrada y pensando en su corta vida (que sólo dura uno o dos años de hormiga), escoge un rostro en especial, uno que también abra bien los ojos y se encuentre atento. El ojito de la noche se estará reflejando en los ojos del rostro y quizá esos ojos piensen que la luna los sigue, y así será. Las miradas se detendrán y culpables de ser, pensarán en todo lo que hay después de todo y de repente, se darán cuenta de que ambos deben de aferrarse con sus garritas, para saludar al alba y aligerar su caída.

Christian Pichardo