miércoles, 20 de septiembre de 2006

La danza de las cochinillas y mariquitas

El origen del único baile que realizan los crustáceos isópodos terrestres, de uno a dos centímetros de largo, de figura aovada, de color ceniciento oscuro con manchas laterales amarillentas, y patas muy cortas y las coleópteras del suborden de los Trímeros, de cuerpo semiesférico, de unos siete milímetros de largo, con antenas engrosadas hacia la punta, cabeza pequeña, alas membranosas muy desarrolladas y patas muy cortas es bastente incierto.
Algunos distinguidos entomólogos aseguran que, gracias a unos fósiles, se puede hablar de esta peculiar danza desde la aparición de estos bichos en la Tierra. Otros los desmienten y sostienen que aquellas evidencias, son tomadas del baile que realizaban unos primos lejanos de estas especies. Lo que se sabe de cierto, es que esta danza no puede se enseñada y representa tanto la dualidad del universo, como el placer terrenal y, que bien interpretada, une a estas creaturitas en una sola por un momento.
El fósil del doctor Lang, llamado, por razones desconocidas, "Los amantes de Pompeya", muestra a un cochinilla que danzaba con una mariquita o catarina cuando se vieron sorprendidos por la lava del volcán Vesubio. La imágen nos esclarece algo sobre la danza: se necesitan dos para bailarla; requiere de un esfuerzo físico de moderado a grande; genera en los bichitos un gran apetito y requiere, como toda buena danza, de un periodo previo de acercamiento al bichito colaborador.
Hace cuatro siglos, en una cueva, se encontraron pinturas rupestres que indicaban el caracter central de éste baile en las comunidades primitivas de estos animalitos. Aún no se alcanza a comprender cómo, pero parece que, en aquellos días, la danza tenía un doble objetivo, que se considera ligado con la veneración de la fertilidad y los ciclos de la Tierra. Un equipo comandado por el doctor Fuyita, presentará el próximo mes su teoría sobre los orígenes de esta danza que se reproduce por todos los jardines y las paredes rocosas sin tener mucho en cuenta ni su orígen ni su futuro.

Christian Pichardo

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